Subvenciones políticamente incorrectas

Muchas veces sale a la luz la escasa rentabilidad de las sociedades deportivas, por no calificarlas como deficitarias. En las últimas semanas he recogido diversas noticias publicadas en diversos medios sobre las subvenciones en el baloncesto. Muchas de ellas son procedentes de entidades públicas y pocas de ellas con fines privados. De hecho una vez reflexionamos sobre ello y tratamos sobre la procedencia de diversos patrocinadores. La gran mayoría, corresponden a constructoras con intereses privados en el área de influencia del club al que patrocina, véase Etosa, Grupo Capitol Valladolid, Polaris o Akasvayu, y otras corresponden a entidades públicas, véase el caso de Unicaja, Guipuzkoa Basket, Caja San Fernando, el Gran Canaria, Vive Menorca, el CB Granada o el CAI Zaragoza. Hay muy pocos equipos que se escapen de los patrocinios públicos, como el Real Madrid, Barça, Penya, Pamesa, Lagun Aro, Estudiantes y el TAU Baskonia. Pero ninguno o casi ninguno se escapa de la subvención pública, y lo que es peor se desconoce.

A vuela pluma sólo se conocían las subvenciones que reciben equipos pequeños como el Menorca Basquet, con crisis económicas como el Valladolid, y se criticaban las que recibían los equipos vascos, de hecho hace unos días el País ponía en duda la legitimidad de éstas calificándolas de oscuras o quizás poco transparentes. Hoy Juan Mora alardeando del interés y espectáculo que dan los equipos madrileños, conscientemente o no, ha sacado a la luz las subvenciones que reciben el Real Madrid, el Estudiantes y el Fuenlabrada, recibiendo 500.000 euros cada equipo más incentivos por títulos. A esto hay que añadir la cesión de pabellones, más ayudas varias que recibe el club del Ramiro de Maeztu, y que no es que discrepe sino que apoyaría si hubiera una mayor transparencia.

Lo que no apruebo es que se subvencionen a equipos que arrastran un presupuesto muy elevado y avalado por el apoyo financiero de sociedades deportivas mucho más potentes. Me parece muy escandaloso que Real Madrid, o Barça, reciban subvenciones de este calibre, principalmente por pertenecer a sociedades que facturan 300 millones de euros al año, por disponer de una masa social en muchos casos elevada para asumir ciertos riesgos, y como tercer aspecto, porque hay una ley que regula este tipo de subvenciones.

La ley de subvenciones regula estos convenios a que hayan obligaciones o contraprestaciones del beneficiario. Principalmente porque corresponde a dinero público y en segundo lugar porque los destinatarios de estas prestaciones son recibidas por sociedades anónimas deportivas, que si fueron creadas fue precisamente para estimular la rentabilidad de estas asociaciones. O lo que es lo mismo, para evitar que estas subvenciones, si se produjeran, fueran destinadas a potenciar una actividad, no para tapar irregularidades financieras.

Por otra parte, calificaría de peligroso y tendencioso el abrazo económico de los poderes políticos. Si ya en términos artísticos ha supuesto un fracaso la ayuda económica que destinan las instituciones por las posteriores intervenciones políticas que se realizan en dicha materia, cabría la posibilidad que se repitiera la misma situación en el terreno deportivo. Dichas subvenciones, a parte de ilegales e incorrectas en muchos casos, son una aproximación a la apropiación de dichos clubes. O lo que es lo mismo, hacer del deporte un rédito electoral y del éxito deportivo una victoria política del partido que gobierne. O lo que es lo mismo, que las decisiones deportivas de un club no sean tomadas por sus abonados y/o accionistas sino por el funcionario de turno designado por las instituciones, ya que como en toda actividad social, cultural o mercantil por muy dispares que sean se repite la misma premisa. Quién paga, manda. Y en este aspecto ya sabemos quién paga aunque no sepamos el fín y desconozcamos las consecuencias.



La propiedad de los recintos deportivos, debatida hace unos días.