Orgullo y sonrojo

Se veía venir. Incomodidad, pereza y poco baloncesto hoy en Nápoles. Y poca motivación. Semejante a la que tiene cualquier aficionado a este equipo y a este deporte cuando ve un partido de este Barça. Este equipo ya me agota todos los argumentos y descalificativos posibles. Alcanza un más alla inalcanzable para las palabras. Repetitivo, vergonzoso, rozando el patetismo, nada cambia, da igual el rival con los que se enfrenten, sea débil o potente. El resultado es el mismo, una derrota que ya no se puede entender como un accidente sino más bien como el resultado de lo ofertado. Esta es la propuesta de Ivanovic, un baloncesto de pocos amigos inaguantable para los que defienden otra idea de baloncesto. Y más cuando a menos de diez kilómetros, y con la facilidad que puede dar un mando a distancia, se puede disfrutar de un baloncesto ilusionante.

El Barça ha sucumbido una vez más ante la trampa napolitana. Por 66 a 64. Frente a un equipo que no practica baloncesto sino algo similar donde el azar tiene mucho de importante. Un equipo que lanzaba sin sentido, sin orden, y cuyas canastas caían en función de lo que dictaminaba el azar. Al principio y al final. En medio de todo el tinglado se veía un Barça ramplón, confiado y desmotivado. El Barça jugaba caminando y sacaba una vez más el espíritu de bailarina engreida. Un baile anárquico sin apenas ritmo con el que buscaban los aplausos y la admiración del público italiano. Aplausos a Navarro, hoy espléndido, digamos que el único que ha dado la cara.

El Barça jugaba de manera engreída, perdonando al rival, hasta tal punto que se ganaba de 12 puntos pero el Eldo Nápoli incitaba a que fueran 20 los puntos de diferencia. Perdían el balón constantemente, un despropósito, hasta 15 balones pérdidos. Pero es que el Barça ha jugado de manera muy lamentable. Sólo han encestado 9 canastas de 27 intentos. Y suerte de los triples que han significado 9 lanzamientos más. Pero el Barça no puede presentarse en Nápoles y anotar solo 9 canastas debajo del aro. Y menos enfrentándote a Sesay, Rocca o Cittadini. Con 9 canastas no puedes ganar un partido. Aún ganando de 12.

Y como en todo partido del Barça de Ivanovic tenía que llegar el momento de desconexión incomprensible. Esta vez no era en el tercer cuarto sino en el último. Se ganaba de 12 y se tenía que ganar de 20, pero el Barça encajó en el último cuarto un parcial de 21 a 12. Y eso que el Eldo Napoli fallaba los tiros libres como despreciando el regalo que le estaba ofreciendo el Barça. Como si no quisieran ganar de esta manera. Enciama desagradecidos.

Durante el naufragio azulgrana en Nápoles, la Penya hacía sacar los colores al aficionado barcelonista, ofreciendo una exhibición colectiva en este deporte que no lo veía, TAU al margen, desde los partidos de la selección española en Japón. Defensa neurótica, intensidad en el juego y espectáculo. Mucho espectáculo. Y frente al subcampeón de Europa, el Maccabi. Frente a Vujcic, Jasaitis y la nueva perla como es Eliyahuh. El pasado, presente y futuro de este equipo. 20 puntos, 6 rebotes y 4 asistencias el croata; 24 puntos 5 rebotes y 4 robos el lituano; 12 puntos y 4 rebotes el joven hebreo. El Maccabi mandaba pero la Penya se resistía a perder. Y mandó hasta los últimos minutos, cuando la Penya decidió ir a por el partido con un Rudy colosal con 21 puntos y 7 rebotes, con un incombustible Elmer Bennet con 15 puntos y 6 asistencias; con Robert Archibald, Charles Gaines y Lubos Burton anotando 40 puntos entre los tres. Maravilloso recital colectivo causante de muchas emociones, rozando el delirio en Badalona. 98 a 92. Un maravilloso partido del cual deberíamos aprender, en vez de convertirnos en la señoritos del baloncesto sería conveniente y obligatorio apuntar la lección que nos han dado en Badalona. Un Maccabi que la temporada pasada se paseó con tanta suficiencia por el Palau hoy ha recibido una auténtica cura de humildad. Ivanovic toma nota.