Ricky Rubio, entre la inocencia y la perversión

Una gran promesa pero no deja de ser un niño. Ya me sorprendió desde que Aíto le hizo debutar en toda una final de Lliga Catalana contra el Barça en el Olímpic de Badalona. Pensé que para que todo un Aíto que ha hecho crecer y madurar jugadores como Solozábal, Epi, Xavi Fernández, Jose Luis Galilea, Roberto Dueñas, Navarro, Gasol y Rudy Fernández se volviera loco ante un adolescente descarado es que había motivos para ello. Y más en una plaza cubierta por dos excelentes bases, Elmer Benett y Marcelinho Huertas. Un equipo de media tabla para arriba, cuyos objetivos son más ambiciosos cada temporada. Una decisión que sorprendía por las aspiraciones y las necesidades del equipo.

Hablo en vísperas de su cumpleaños, el sábado. No será un aniversario cualquiera. Ricky Rubio cumplirá 16 años y legalmente podrá trabajar. Una edad laboral, que en la mayoría de los casos es el principio de una larga historia que dura hasta los 65 años y que sirve para reubicar a todo chico que no se interesa por los estudios y que decide ganarse la vida. En muchos casos no deja de ser un error y en otros una mera ley de supervivencia natural. Trabajan para producir lo que los chicos universitarios no hacen por disponer de un título. Trabajan a esa edad bien por vocación o bien por no disponer de las oportunidades que si disponen los buenos y no tan buenos estudiantes. Es la edad en la que comienzan a trabajar los pertenecientes al eslabon más débil de la sociedad. Quizás el que más respeto me genera.

Es en esta edad cuando Ricky Rubio dejará de entender el baloncesto como un aprendizaje y quizás una diversión. Será su profesión. Habría que cuestionar si era necesario dar el salto tan rápido. ¿Vocación, error o ley de supervivencia? Es una edad excesivamente temprana, y más cuando se trata de exponer a un chico de esa edad a los ojos de la opinión pública. No deja de ser un niño que merece construir su futuro paralelo al del baloncesto. Puedo entender que el talento no tiene edad, pero ante el talento se sobrepone la persona, y quién garantiza que este chico desarrolle su físico de otra manera. ¿Quién le garantiza la busqueda de nuevas inquietudes en caso de que en dos años no progrese de la misma manera que otros jugadores de su mismo puesto y edad?

Y en esas, Marca y AS focalizan la situación contractual del jugador estableciendo una campaña clara para llevar el jugador a Madrid. Jordi Villacampa ha establecido una clausula de 6 millones de euros, que puede quedar en nada si el jugador demanda al club por estar totalmente desproporcionada con lo que cobrará defendiendo a la Penya. Un intento de perversión puede ser la respuesta de agradecimiento a hacerle debutar tan joven.

El deporte, no deja de ser una actividad cultural paralela, o no, a la formación de una persona. Se inculca el espíritu del esfuerzo y del sacrificio. Pero los deportistas no dejan de ser personas merecedoras de una mínima formación para ello. No dudo de la capacidad de la persona para asumir su situación. Simplemente creo que es innecesario que la persona pase por este trámite. La Penya dispone de excelentes bases y un servidor no entiende que se le convierta en el sexto hombre del equipo en los partidos fuera de casa. No es esa la manera de cuidar a la persona, sólo se demuestra el interés para hacer crecer a un jugador de baloncesto. Que madure en la pista pero dejando que no crezca fuera de ella. Si todo va bien construirá un futuro de éxito bien en España o bien en Estados Unidos. Ganará dinero por ello y quizás será feliz pero realmente conseguiría lo mismo si actualmente estuviera con los hermanos Samb en categorias inferiores. Sólo es un niño y será tratado como un adulto. Un niño que perdió su inocencia demasiado temprano. Y ya saben que un niño que pierde la inocencia tan temprano puede convertirse en un futuro en el arma más peligrosa.¿Vale la pena entonces?